Alternativa

Era tarde y sentía una aguda incomodidad de caminar por entre tanta gente y sus bultos, en un pasillo estrecho mis pies anhelaban correr hasta el asiento número 28 pero mi prudencia ante las normas de seguridad lo impedían. Fue así cuando lentamente me acerqué a mi destino y la vi, con audífonos y disfrutando música algo fuerte, estaba allí, hacia la ventana y a mi izquierda. Luego de un rato su presencia me fue indiferente, pues me encontraba en esos ríos mentales en los que suele sumergirse mi conciencia con tal de esquivar la mortificante densidad de masa humana que me rodeaba. 

Entre el caldo de ideas y pensamientos yacía mi ser, acogido en su zona de confort portátil. Mis vista empezó a recorrer cada minúsculo detalle de las letras que conformaban la palabra Blueline (nombre de la compañía de trenes) mientras que mi imaginación habría sus puertas al modo en el cual pudo llegar hasta allí aquel término bordado con hilo azul, ensimismadamente y minimizando mi respiración llegué a la fase en la que el hombre ,extenuado bajo la gran estrella, cogía con sus manos ásperas las suaves fibras de nubes terrenales, cuando de pronto una mano se extendió hacia mi brazo tocándolo e inmediatamente mi construcción abstracta se derrumbaba producto de un desastre natural. Aquellos campos de Gossypium hirsutum se incendiaban y su obrero gritaba piedad. La mano retrocedió al ver mis ojos fijos un centímetro abajo de los suyos, entonces procedió a preguntar -¿Estás bien?- . Con aquellas palabras concluyó la tragedia en mi cerebro, e intentando responder a su interrogante, de mi boca salió una acelerada expresión que ni yo ni ella entendimos. Al concluir por su cuenta que el color pálido de mi rostro era natural y aparentemente no tenía problemas de salud, tomó sus audífonos y comenzó a escuchar música en volumen alto, era una música inclasificable, era una chica confusa. Nunca supo la catástrofe que provocó ni tampoco supo lo mucho que me costó reconstruir mi mundo.

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